Al Horford, el ser inmortal

Al Horford
Al Horford

Denostado en Sixers y olvidado en Oklahoma, Horford vuelve a la que fue su casa y se convierte, con casi 36 años, en el pilar básico de unos Celtics que compiten por el anillo.

Cuando los Sixers se hicieron con Al Horford en 2019, todo eran abrazos y felicitaciones. Elton Brand se apuntaba un tanto y apuntalaba un proyecto que unos meses antes había rozado las finales de conferencia cayendo en un taquicárdico séptimo partido que resolvió Kawhi Leonard con ese tiro para la historia.

Sin embargo, pronto se puso en evidencia la magnitud del error: el contrato máximo que la entidad ofreció a Tobias Harris (180 millones en 4 temporadas), la poca insistencia para retener a Jimmy Butler (que puso rumbo a los Heat) y el dinero que le soltaron al propio Horford (109 en 4 años), fueron la perdición de un proyecto que hoy ya no se encuentra en esa ristra de candidatos. El colapso de la zona que supuso el fichaje de un Horford cuya estrella estaba al alza no ayudó a nadie, ya que esto no dejaba espacio a Ben Simmons, Joel Embiid y el ya mencionado Tobias. El intento de anillo sucumbió en la burbuja, en primera ronda ante los Celtics (4-0) y también el anunciado adiós del entrenador Brett Brown y la búsqueda de salida para un Horford que acabó en los Thunder.

Elton Brand dijo adiós a la primera línea de los despachos tras sus cuestionables decisiones y su falta de soluciones. Y Ben Simmons saldría, ya se sabe, meses después para que llegara un James Harden que no ha sido la solución, como tampoco un Doc Rivers que aterrizó en el banquillo tras el despido de Brown, y el suyo propio de los Clippers.

Joel Embiid se ha quedado sólo (o mal acompañado) en Philadelphia mientras Horford, denostado en los Sixers, ponía rumbo a los Thunder como uno de los chivos expiatorios del intento fallido, pero con más millones en el bolsillo. En Oklahoma, Horford recuperó tono, pero apenas disputó 28 encuentros y fue apartado en marzo a favor de Moses Brown, un joven pívot que fue traspasado luego con él a los Celtics para pasar, en esta última temporada, por Dallas y Cleveland sin pena ni gloria. Y tras dos años de asueto, Horford abandonó un proyecto en el que solo tienen cabida las innumerables rondas del draft que colecciona de forma ya incomprensible Sam Presti y volvió a los Celtics, equipo con el que disputó las finales de conferencia en 2017 y 2018. Una casa que ya conocía, pero a la que regresaba con 2 años más, demasiada inactividad y 14 temporadas en la NBA.

Todo lo que parecía bueno cuando llegó a los Sixers no lo parecía tanto cuando llegó a los Celtics. Y así siguieron las cosas, en consonancia con el momento del equipo, hasta el mes de enero, cuando el equipo verde se convertía en el mejor de 2022 (como año natural), en la mejor defensa de la competición y en uno de los mejores ataques. Y la experiencia de Horford pronto se hizo latente, Ime Udoka se agarró a ella como a un clavo ardiendo y las cosas empezaron a funcionar: 10.2 puntos, 7.7 rebotes y 3.4 asistencias para el pívot, con problemas físicos en la primera parte de la temporada pero muy sano y centrado en la segunda.

Su asociación con Robert Williams es extraordinaria y ha dado réditos a un Udoka al que le gusta salir de inicio con dos pívots. Y su capacidad para generar de dentro a fuera le ha permitido ser una parte indivisible de un ataque colaborativo, en el que siempre hay espacio para el talento de Jayson Tatum y Jaylen Brown y en el que se necesitan varios distribuidores más allá de un Marcus Smart que ha mejorado en ese aspecto hasta límites insospechados. El esquema era perfecto, la conexión con sus compañeros una maravilla y el dominicano pronto se erigió como una de las voces de un vestuario que se peleaba en noviembre y es ahora un ejemplo de buena química. El hombre perfecto, como ya lo fue en su día, para el momento del proyecto. Extraordinario.

La experiencia de Horford siempre le ha permitido ser un seguro de vida en playoffs. Disputó sus primeras finales de conferencia con los Hawks en 2016, con ese equipo de Mike Budenholzer que chocó con LeBron a la hora de la verdad (4-0). La tónica de perder ante el Rey es algo que han repetido muchos equipos y Horford no podía ser menos: en 2017, 4-1 con lesiones de Isaiah Thomas mediante y 15,1 puntos, 6,6 rebotes y 5,4 asistencias en los 18 partidos de playoffs. Al año siguiente el resultado fue más ajustado: 4-3. Horford promedió entonces 15,7 puntos y 8,3 rebotes y se erigió como líder de un grupo joven pero talentoso, que no contaba con Kyrie Irving ni Gordon Hayward pero se coló de forma tan inopinada como merecida en la penúltima ronda de playoffs. Allí sucumbieron, claro, ante el Rey, que se fue a 46 puntos en el sexto encuentro y a 35, con 15 rebotes y 9 asistencias, en el séptimo y definitivo, en el que los de Brad Stevens (hoy en los despachos) sucumbieron ante sus propios nervios a la hora de la verdad.

Stevens, siempre proclive a Horford, recuperó a uno de sus jugadores fetiche a sabiendas de que Udoka iba a necesitar ayuda para gestionar un grupo en un momento emocional complicado, tras las dudas generadas por el proyecto en los últimos dos años y la discusión de la burbuja, dos años atrás ahora, todavía latente. Pero Horford, un hombre con mucha personalidad, se ha hecho fuerte con los problemas físicos de Robert Williams y ha subido su nivel en la fase final, como hacen los grandes: 20 puntos y 15 rebotes en el duelo inicial ante los Nets, con 13+7.5 de promedio en dicha serie; y un esfuerzo titánico en las semifinales con muchos minutos encima de Giannis Antetokounmpo. En dicha serie, sumó un doble-doble en los tres primeros encuentros, 22+16+5 en el tercero y 30 puntos, récord de estos playoffs para él, en el cuarto juego. En el tercer encuentro ante los Heat (se perdió el primero por los protocolos de salud y seguridad del coronavirus), llegó a 20 tantos y 14 rebotes. Y promedia más de 13 tantos, casi 10 rebotes, más de 3 asistencias y casi 2 tapones en playoffs, con 5 puntos, 13 rebotes y 4 tapones en la última victoria de Celtics ante Heat.

Un pívot que cumplirá 36 años el próximo 3 de junio, nació en Puerto Plata, República Dominicana, jugó en la Universidad de Florida (para Billy Donovan, conquistando dos títulos de la NCAA) y cuenta con 15 años de carrera en la mejor liga del mundo. Un jugador que puede anotar, tirar de tres (promedia un 36% en su carrera), se hace fuerte en la zona, carga en el rebote ofensivo, lo asegura en defensa, protege el aro y puede aguantar a jugadores exteriores detrás de la línea de tres. Un hombre que tiene todo aquello que la afición de los Celtics reclama, mucho coraje y sobrado corazón, características que comparte con Marcus Smart. Pero un baloncestista que también aporta su veteranía, su calma y su temple, que sabe estar en los momentos adecuados y, con todo eso, tiene la tranquilidad suficiente para afrontar el asalto al que sería su primer anillo.

Horford lo roza, lo huele, está a dos victorias de estrenarse en las Finales y sabe que su equipo, que no ha caído dos veces seguidas en los presentes playoffs, puede conseguir el ansiado premio. Uno que encumbraría la carrera de uno de los jugadores más respetados de la NBA, un 5 veces All-Star que es un defensor tenaz, casi imparable, y un atacante efectivo. Y que se embolsará 27 millones este curso (del contrato firmado con los Sixers…) y 26.5 el curso que viene, de los que solo 1415 están garantizados.

Un hombre que con casi 36 años, es un ser inmortal.

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