Aislamiento, fragilidad, mascarillas: el mundo pospandemia llega al arte

Pekín.- Hay enfermeras que llevan mascarilla pero se evitan la mirada, ordenadores que vomitan supuestas noticias de actualidad y vídeos donde animales toman unas calles ahora vaciadas: son algunas de las obras con las que varios artistas chinos ofrecen su mirada sobre el mundo que viene tras la pandemia de coronavirus.

La muestra «Meditaciones en una emergencia» del Centro de Arte Contemporáneo de Pekín reivindica el papel del arte como espacio de reflexión y a tal efecto reúne a 26 creadores para proponer al visitante que reflexione con ellos sobre cómo la COVID-19 ha creado nuevos problemas y evidenciado otros que se arrastraban desde hace años.

Aislamiento, desinformación y prejuicios se entremezclan con obras que transmiten la necesidad de ser flexible y saber adaptarse para vivir el nuevo presente, tal y como ya advirtiera el sociólogo y filósofo polaco Zygmunt Bauman (1925-2017), quien desarrolló el concepto de «modernidad líquida» y uno de los principales analistas críticos con el concepto de la «posmodernidad».

Lo menciona el artista chino Zhang Hui (1967), que de forma sucinta censura cómo el ya universal distanciamiento físico para protegerse del virus ha provocado un mayor aislamiento de las personas en el seno de las sociedades a las que pertenecen.

«Hemos abandonado muchas de nuestras rutinas de manera inconsciente. Nos hemos quedado aislados sin poder escapar y han salido a la luz cosas que antes no veíamos», relata a Efe el artista frente a un cuadro en el que una enfermera mira a otra desde la distancia, pese a la supuesta seguridad que le concede la mascarilla.

La pandemia, indica Zhang, se ha extendido hasta el punto de que «todo está relacionado con ella», pero sobre todo «ha desvelado cómo es la verdadera relación entre las personas: frágil».

«No se puede salvar sólo a una persona, y eso tiene un coste. Hemos abandonado nuestros deseos, nuestros propósitos, nuestros planes. Hemos olvidado nuestros caminos», juzga.

Y una de las funciones del arte es, en su opinión, «escenificar qué hay bajo nuestros pies cuando caminas y te caes».

RESTRICCIONES Y MALENTENDIDOS
En el mundo pos-COVID 19, ya no se puede dar nada por sentado.

«Hay límites que se han difuminado y no existen las verdades absolutas. Estamos ante un mundo que estará demarcado por las restricciones, los engaños y los malentendidos», explica a Efe Neil Zhang, uno de los comisarios de la muestra.

La falsedad de los estándares de belleza contemporáneos o la obsesión contra el envejecimiento y la dolencia quedan retratados en el «El propósito de la enfermedad», instalación en la que Amiko Lo (1993) reconstruye un hospital para denunciar el impacto de nuestro físico en quienes nos rodean.

Otra sección de la exposición muestra vídeos de animales que toman las calles vacías de la ciudad después de que la especie humana se extinga, mientras que los jóvenes Yi Xin Tong (1988) y Robert Zhao Renhui (1983) denuncian la destrucción del medio ambiente para cuestionar el presunto excepcionalismo del ser humano.

«El objetivo es que el espectador medite y cuestione el mundo tal y como lo conocemos. La pandemia ha creado el primer momento realmente global del siglo XXI», añade Zhang.

En su opinión, la pandemia ha puesto a la humanidad en su sitio: «Creemos que ocupamos la cima de la jerarquía biológica, pero sólo hemos invadido hábitats naturales, a lo que hay que sumar ahora el crecimiento demográfico o el cambio climático. La COVID-19 nos ha devuelto al debate de nuestra relación con la naturaleza, a tener que imaginar un mundo que no esté centrado en el ser humano».

UN MUNDO DESENFOCADO
En «Desenfocados», el shanghainés Payne Zhu (1990) denuncia cómo Internet y su «difusión algorítmica de la información» ha marginado la veracidad de las noticias en pos de las emociones y resaltado «posiciones extremas y despegadas» capaces de alterar los valores y comportamientos de los ciudadanos.

En un mural, muestra toda la información relacionada con la palabra «pandemia» cuando ésta se introduce en el motor de búsqueda de Baidu (equivalente chino de Google) en un ordenador que no deja de actualizar noticias a cada instante.

«Esta pandemia nos está recordando problemas que ya teníamos, uno de ellos es la desinformación y la sobreinformación», apunta el comisario, fascinado con el trabajo de Lu Lei (1972), quien expone más de 50 megáfonos gigantes que emiten sonidos de palomas como alegoría de la alineación que provoca estar continuamente expuesto a «verdades absolutas».

Entretanto, la taiwanesa Joyce Ho (1983) ha instalado unas vallas-mecedoras para denunciar la segregación generada por el flujo global de personas, tratadas como mercancías, algo que, paradójicamente, «se había dado por sentado en la era de la globalización».

Detrás del muro aparece la obra de Christopher K. Ho (1974), quien nació en Hong Kong pero se mudó a Estados Unidos cuando tenía tres años y que relata cómo percibe desde lo personal el hecho de que estos dos mundos parecen ahora decididos a separarse.

«En el discurso económico del capitalismo global, las fronteras son un obstáculo para el crecimiento, mientras que para el populismo los muros supuestamente protegen. La amenaza de ‘los otros’ siempre ha creado ansiedad, y ya en tiempos de la Peste Negra (1347-1353) se usó como excusa para iniciar movimientos violentos contra las minorías», indica el texto que explica su obra.

En dos pequeñas salas situadas una frente a la otra, el francés Pierre Huyghe (1962) y el austríaco Oliver Laric (1981) dialogan sobre la manipulación intencionada del imaginario cultural mientras que la hongkonesa Angela Su representa en su instalación cómo la tecnología puede desembocar en una nueva oleada de desigualdades.

«Nos encontramos en un mundo en constante movimiento en el que todo parece posible pero nada es fiable. Nuestra adaptación al medio, cómo respetarlo y respetarnos entre nosotros será clave para salir de esta crisis», remata el comisario.

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