Los Australopitecos combinaron una vida en los árboles y una mano precisa

Madrid.- Un equipo internacional de científicos ha determinado que hace dos millones de años, los humanos arcaicos utilizaban las manos no solo para moverse entre los árboles, sino también para manipular objetos y herramientas, una capacidad desconocida en homínidos tan antiguos.

En el estudio, liderado por antropólogos de la Universidad de Kent (Reino Unido), han participado paleontógos y científicos de España, Alemania, Estados Unidos, Sudáfrica, Francia y Austria.

El trabajo, que se publica hoy en Nature Ecology @ Evolution, es importante porque define el uso de las manos de los humanos primitivos.

El uso de las manos es uno de los aspectos que definen la evolución de nuestra especie y que transcurre desde nuestros primeros antepasados, que utilizaban sus manos para moverse en los árboles (como los primates actuales), hasta los humanos modernos, capaces de realizar agarres de precisión.

«El uso de las manos con precisión es uno de los motores fundamentales de la evolución humana», explica el antropólogo español Antonio Rosas en declaraciones a EFE.

«Durante millones de años, con las manos hemos manipulado el medio que nos rodea y eso ha estimulado a organizar circuitos neuronales cada vez más precisos pero esto no siempre ha sido así. Los humanos venimos de un pasado arborícola donde nuestros ancestros usaban las manos para sujetarse en las ramas. Saber cómo ha sido el proceso de cambio desde el uso de las manos en la locomoción a su uso exclusivo en la manipulación de objetos es fundamental», dice.

El estudio, dirigido por el doctor Christopher Dunmore de la Escuela de Antropología y Conservación de Kent revela que hace dos millones de años, el Australopitecus sediba utilizaba las manos para manipular objetos y para escalar.

Para llegar a esta conclusión, los investigadores analizaron y compararon fósiles de las estructuras óseas internas de los nudillos y los pulgares de las manos de varias especies de homínidos de Sudáfrica, África oriental y Europa.

Así, compararon fósiles de Australopitecus sediba (de 1,9 millones de años) con una amplia muestra de homínidos: Australopithecus africanus (2,9 millones de años), Australopithecus afarensis (más de 3 millones de años), Homo neanderthalensis (entre 122000 y 40000 años de antiguedad) y Homo sapiens (entre 23000 y 12000 años).

A su vez, todos estos fósiles fueron comparados con muestras de simios actuales (chimpancés, gorilas y orangutanes).

El estudio utilizó una metodología «muy novedosa» que consiste en analizar «la estructura íntima de la trabécula ósea, lo que permite caracterizar las fuerzas que han actuado sobre ella. A partir de ahí, por comparación con especies vivas de las que conocemos como mueve sus manos, se infiere la función de las especies fósiles», detalla Rosas.

Los investigadores descubrieron que los nudillos de la base de los dedos del Australopitecus sediba tenían una estructura trabecular interna acorde con el agarre de ramas, mientras que la de las articulaciones de los pulgares era consistente con una manipulación de objetos más avanzada, más humana.

«Los dedos de A. sediba muestran una combinación muy singular en el modo de usar sus manos. Por un lado, muestran un uso de agarre sobre las ramas similar a la que desarrollan los orangutanes y, simultáneamente, sus pulgares nos hablan de manipulación de objetos, similar a la de los humanos, lo que indica que el tránsito entre la vida en los arboles y la vida en el suelo fue un proceso largo y gradual, posiblemente con diferentes pruebas de ensayo y error», comenta Rosas.

Y, dado que las estructuras óseas internas están formadas por comportamientos frecuentes durante la vida, este hallazgo «puedn apoyar una mayor investigación sobre la estructura interna de las manos en relación con el uso y la producción de herramientas de piedra», añade Dunmore.

Este enfoque también puede ser utilizado para investigar cómo otras especies de homínidos fósiles se movían y «hasta qué punto la escalada podría haber seguido siendo una parte importante de su estilo de vida», concluye Dunmore.

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