Una «favela» en el corazón de Lisboa

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Una "favela" en el corazón de Lisboa

Lisboa.- Son tres calles, un barrio «convertido en favela» en el corazón de Lisboa. En sus construcciones precarias, en las que a veces falta agua, luz o cuarto de baño, vecinos acostumbrados a luchar contra la pobreza piden ayuda para evitar el colapso tras el golpe del coronavirus.

«No sé ni cómo explicar las condiciones en las que vivimos», murmura Adelina Silva, residente desde hace cinco años en una minúscula y destartalada vivienda cuyo suelo amenaza con hundirse.

Humedades, ventanas que no puede abrir, objetos amontonados por si debe salir corriendo y el hedor de la fosa séptica en la que los vecinos vacían sus necesidades y que colinda con una de las paredes de la casa. Así describe su vida, la que comparte con su marido y su hijo de 16 años. No puede más.

«Estoy cansada de vivir así. Necesito descanso», admite. Tras más de una década buscando una vivienda social, desempleada y con el riesgo de coronavirus acechando, será voz de una protesta que busca de una vez por todas que renazca el barrio de la Quinta do Ferro.

ENCLAVE PRIVILEGIADO
La Quinta do Ferro es una zona prácticamente desconocida en Lisboa, apenas tres calles, pero ubicadas en una zona privilegiada, a cinco minutos a pie del Panteón y el turístico mercado de Ladra.

Quinta de Ferro hizo el camino contrario al despegue lisboeta: mientras la ciudad florecía, este barrio levantado con barracas en los años 30 se encerraba en sí mismo, olvidado y convertido poco a poco en una suerte de favela.

«Es la impresión que da, aunque quizá los vecinos no se sientan muy cómodos con la expresión. Sus construcciones laberínticas, con personas viviendo amontonadas y sin condiciones básicas… Son condiciones casi medievales», sostiene a Efe João, miembro de la plataforma Stop Despejos (Stop Desahucios), que asiste el último pedido desesperado de auxilio, provocado por la pandemia.

El barrio está ya al borde del colapso, por un lado teniendo que afrontar el desafío sanitario sin que haya siempre agua corriente para lavarse las manos; por otro, con desahucios que avanzan pese a estar prohibidos de forma general en el país durante la pandemia.

CASAS TAPIADAS
«¡Me dan miedo las dos cosas! Miedo por la Covid, porque puede matar, y miedo porque me veo viviendo en la calle», se lamenta Adelina.

Su desalojo estaba marcado para el pasado abril, una vez que dejó de pagar los 400 euros de alquiler al perder un subsidio que recibía. Los ingresos totales de la familia, con ambos adultos desempleados, ascienden ahora a 417 euros mensuales.

La cuenta es imposible. El hijo, cuya pared de dormitorio da a la fosa séptica, empezó a tener ataques de ansiedad y pánico, y su madre, que no deja de mirar el inestable suelo, se pregunta si, en caso de que se hunda, podrán escapar.

El piso sobre el que se asienta la vivienda está tapiado, una medida que han empezado a tomar quienes se afirman como propietarios -los vecinos advierten que en muchas ocasiones es falso- ante inquilinos que han perdidos los ingresos.

Es la situación de Marta Figuereido, de 26 años, y su padre, José Figuereido, de 53, que ahora «okupan» la casa que ya no pueden pagar. Los 400 euros de alquiler son una suma inalcanzable para ella, que perdió su trabajo de limpiadora por el coronavirus, y para él, que cuenta con apenas un subsidio de 180 euros por incapacidad parcial.

Comen gracias a repartos solidarios de alimentos. Con dificultad para conseguir mascarillas o gel hidroalcohólico, bajan cuando pueden las escaleras de su casa para acceder a un baño exterior y tratar de cumplir con el constante lavado de manos.

PLANES DE REHABILITACIÓN ESTANCADOS
La Quinta do Ferro lleva tres años con un plan de rehabilitación que nadie entiende por qué no avanza.

La idea, lista desde 2017, y financiada con 50.000 euros de un programa del Ayuntamiento, era realizar pequeñas obras, como levantar un pabellón multiusos y construir unas escaleras que facilitaran el acceso de niños a una escuela cercana, para conectar estas tres calles con el resto de la ciudad.

El fin del aislamiento, pensaban los vecinos, limitaría la venta de drogas que ha florecido en la zona e incluso podría animar a la inversión.

Pero nada avanza, y los vecinos temen que lo que se busque sea que los propietarios desistan y vendan para reconvertir después la zona en viviendas de lujo.

«Si no aprueban los proyectos que están en el Ayuntamiento es porque están utilizando la fuerza que tienen», razona a Efe Rosa Gomes, de la Asociación de Amigos da Quinta de Ferro, que reúne propietarios e inquilinos.

Gomes fue vecina propietaria durante siete años, en los 70. Ahora su hija posee un edificio al inicio de la calle principal de esta zona. Mientras intenta ayudar y hacer su propio censo del barrio -cree que viven allí 50 familias- sigue preguntándose por qué todo sigue parado.

Ni la concejalía de Urbanismo ni la de Vivienda, consultadas ambas por Efe, han ofrecido alguna respuesta sobre la situación que se vive en la Quinta do Ferro.

Mientras, Adelina se prepara para hablar ante el Ayuntamiento el próximo miércoles de lo que sucede en estas tres calles. Estará arropada por Stop Despejos, que pretende que esta movilización sea, de una vez por todas, la definitiva.

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