Viena.- Toda la simbología de continuidad y retorno que encierra una rueda girando se ha manifestado este viernes con la puesta en marcha de la Noria Gigante de Viena, como señal de que la industria turística de la ciudad está lista de nuevo para recibir visitantes tras el parón por la pandemia de coronavirus.
La Riesenrad comenzó a girar coincidiendo con el permiso de apertura a partir de hoy de todos los establecimientos turísticos en Austria, donde los buenos datos epidemiológicos han permitido en las últimas seis semanas reactivar casi toda la actividad económica y social.
Con sólo 89 contagios nuevos en los últimos días, en toda Austria hay actualmente 674 casos activos de coronavirus. En total ha habido 16.655 positivos y 688 fallecidos en el país.
El alcalde de Viena, Michael Ludwig, pulsó el botón de arranque de la noria en una ceremonia con la que se dio por abierto también el Prater, el parque de atracciones de la ciudad.
«En Viena, la Noria del Prater gira de nuevo, los hoteles abren sus puertas y la vida vuelve poco a poco a su normalidad», aseguró el regidor.
La Riesenrad, que custodia una de las entradas al Prater, fue construida en 1897 con motivo del 50 aniversario de la llegada al trono del emperador Francisco José.
Su actual propietaria, Nora Lamac, recordó que la atracción ha estado funcionando sin parar desde el fin de la II Guerra Mundial y aseguró que «Si la Noria no da vueltas, la vida se detiene».
SIN TURISMO EXTRANJERO
De momento, el 45 % de los establecimiento de la ciudad han reabierto hoy sus puertas, aunque según el propio director de la Oficina de Turismo de Viena, Norbert Kettner, hasta septiembre no se sabrá cuántos negocios han sobrevivido a la crisis.
El cálculo actual es que la pandemia cueste al turismo de Viena 1.900 millones de euros (42 %) y un 20 % de los empleos.
El 80 % de los ocho millones de turistas que pasaron por Viena el año pasado fueron extranjeros, 266.483 de ellos de España, el quinto mercado para el turismo de la ciudad.
La interrupción de ese flujo de visitas ha hecho que las llegadas hayan caído un 47 % entre enero y abril, en comparación con 2019.
Viena ha diseñado una campaña para tratar de salvar en lo posible la temporada, centrada en gran medida en Alemania y Suiza, países con los que las fronteras terrestres quedarán totalmente abiertas el 15 de junio, y que aportan casi la mitad de las pernoctaciones.
Además, ha lanzado una nueva tarjeta turística con ofertas y descuentos, ha centralizado el sistema de reservas hoteleras en una web, creado una guía turística virtual para dispositivos móviles y una plataforma con información epidemiológica, sobre restricciones de viaje y medidas sanitarias.
EN MODO SUPERVIVENCIA
«En el año 2020 estamos en modo de supervivencia, no de hacer negocio», explica a Efe Kettner, quien reconoce que la crisis ha hundido el turismo en Viena a las cifras de hace diez años.
«No creo que lleguemos a los niveles de antes (de la crisis) hasta 2023 o 2024», señala este experto.
Con todo, insiste en que Viena no puede olvidar que es «una ciudad internacional y cosmopolita», considerada como la urbe más habitable y con más calidad de vida del mundo.
Sobre la falta de solidaridad en Europa durante la pandemia, con la apertura de unas fronteras antes que otras y la reticencia de Austria a la ayuda financiera a los países más afectados, Kettner cree que tendrá un impacto a corto plazo en la relaciones entre países y en el turismo.
«No estoy muy contento con la posición oficial de Austria, porque tenemos que considerar Europa como un conjunto. No me gusta la idea de ‘es tu culpa, fue tu error’, porque dependemos de Italia y de España, que son países más grandes que Austria», opina.
Al respecto, espera que la Unión Europea adopte una posición de conjunto y un concepto de recuperación económica no dogmático, para que su industria turística no quede relegada ante Estados Unidos y Asia.